Bartolomé Cáceres llevaba horas sentado en aquel banco de la estación de ferrocarril. Como todo lo hecho por los ingleses en el siglo XIX conservaba la elegancia británica. Esta tenía un toque barroco en los interiores. En medio de tanta arquitectura local, era difícil no contagiarse de aquello que predominaba. Bartolomé había estado innumerables veces allí, pero hoy no miraba lámparas , adornos ni muebles. Toda su atención se centraba en los viajeros que transitaban por allí esperando el próximo tren , apenas pasaba uno cada hora. Demasiada estación para tan poco tren pensó. -Aquel del pantalón azul no , este del sobrero tampoco. Esos niños que van con la señora mulata si , la señora también.- Se decía Bartolomé en voz baja para si. Yo estaba demasiado cerca y no pude evitar escuchar su recuento, pero más lo escuchaba contar, menos entendía que contaba, no eran adultos , ni niños , ni mujeres, ni hombres. Llevaba un rato observando su ...