Él llegó a España
de la mano de Lataliste, empresario de la noche porteña, propietario de la
legendaria discoteca Mau Mau de Buenos Aires, un templo para
los noctámbulos de la época.
Norberto era el disc jockey y habían decidido traerlo cuando abrieron su local de Madrid. Era el elegido para seleccionar la música que debía sonar en Mao Mao .No existía otro destino que emular el éxito obtenido en otro continente (aunque el proyecto, finalmente, no prosperó).
Él tiene lo mejor de la gente de Buenos Aires. Lo peor no lo tuvo nunca o lo perdió en la lección de vida que es emigrar. Es amigo de sus amigos, tiene los códigos de esos barrios porteños donde la amistad es inquebrantable. Mide más de un metro noventa, estampa imponente, elegante.
Como es argentino, la gente da por descontado que debes saber bailar el tango, hacer un asado y jugar al fútbol medianamente bien. Y esto tiene la misma certeza que torear o cantar flamenco por haber nacido en España.
La cuestión es que lo invitaron a participar en un torneo de fútbol, quizás por el simple hecho de su nacionalidad o tal vez por que conocían su amistad con Doval, legendario integrante del mejor San Lorenzo de Almagro de todos los tiempos. Lo cierto es que debieron aplicar el carácter transitivo. Y habrán pensado linealmente, “promesa del fútbol, mezclado con la noche y las discotecas -ese debe ser el motivo de no jugar en primera- pero debe saber”. Razonamiento lineal e invitación sin demora.
Jugaba de último hombre. Partido muy disputado que su equipo ganaba por 1 a 0. Norberto lo había hecho bien por el momento. Pero a falta de unos minutos, un despiste de marca y los empatan. Y casi con el tiempo cumplido, en el alargue, quiere salir jugando desde la defensa emulando a Beckenbauer, la pierde y zas….catástrofe. Gol de los rivales, derrota y fin del encuentro.
En los vestuarios, cabezas gachas, silencio sepulcral, momento duro… Las derrotas son duras. Ya fuera de los vestuarios, cerveza en mano, el clima era diferente. Temas triviales, algún comentario del partido, ningún reproche (no hacía falta aumentar el sufrimiento de quien sabe que se equivocó).
Entonces el que hacía las veces de Capitán dijo: “Este partido debió terminar antes, esa prorroga era injustificada, nos pasarán estas cosas mientras no tengamos un buen delegado para asistir a las reuniones”. Hizo una pausa, miró a Norberto y con una media sonrisa y un gesto de aprobación, algo que trasmitía un “¿Como no lo vimos antes?”, dijo: “Norber, eres un tipo elegante y te relacionas bien con todo el mundo. Con don de gente, impones respeto. Ninguno de nosotros tiene tanto talento para las relaciones públicas”. Otra pausa esta vez breve y continuó: “Haz el favor, con la percha que tienes, con esa pinta… ¿Qué haces en pantalón corto? Es un desperdicio, ponte un traje y sé nuestro delegado, te lo vamos a agradecer”
La primera vez que escuche la anécdota me causo gracia pero a medida que la desmenuzaba y la pensaba, encontraba más matices y me parecía más interesante:
1) Nadie reprochó nada y se asumió la derrota como algo colectivo, el tiempo de amargura fue breve y se pasó rápido a recuperar la moral.
2) Se valoró que había dos puntos a mejorar y una persona muy valiosa en el rol equivocado.
3) El capitán (buen ejemplo de liderazgo) resaltó las virtudes, las cosas que lo hacían diferente a Norberto. Un verdadero reconocimiento de sus habilidades en el momento que hubiera sido sencillo criticarlo o hacer una broma sobre el error.
4) Inmediatamente se propuso una acción que mejoraría al equipo.
5) Todo se dijo con inteligencia emocional, con sentido del humor, como corresponde a algo que es un divertimento.
Y es que, en la vida, en el deporte y en la empresa debe haber diversión, todo debe convertirse en algo lúdico del cual disfrutemos. Nada puede funcionar si uno no se divierte. Pobre del que tiene un trabajo que no le guste y no le provoque satisfacción. Peor aún el que tiene una pareja con la que no sabe reír. Y me compadezco de algunos deportistas que esperan un diluvio el domingo para aplazar su jornada, y aseguro que alguno hay porque se les nota cuando compiten.
Cada vez que hay comunicar, hay que pensar con claridad qué queremos decir, cómo lo vamos a decir, cuándo lo vamos a decir y en dónde lo vamos a decir.
En esta historia, por ejemplo, el timing es clave, no se dijo en el campo (no había tiempo para corregir nada) ni el vestuario donde había una gran carga emocional y la gente estaba procesando su frustración de tanto esfuerzo para ningún logro. Se eligió un momento con menos carga emocional, donde la charla era más informal. Decir las cosas en un ámbito o en otro cambia toda la característica: con una cerveza la charla es menos formal y, por lo tanto, el marco influye en cómo se transmite el mensaje, así como la predisposición del receptor.
A veces no se le presta la verdadera importancia al lugar elegido para una reunión, pero el sitio es algo definitivo y condiciona la percepción, el tono e incluso la respuesta del interlocutor.
En la empresa tengo opciones distintas para elegir donde comunicar:
.- Mi despacho
.- La sala de reuniones
.- En el puesto de trabajo del receptor en el caso de otro integrante de la empresa
.- En la sala destinada a desayunos y comidas
.- En alguna acción que la empresa realiza fuera, externa, feria, comercial, logística
.- En el vehículo en algún viaje
.- En una comida externa
Antes de elegir el lugar, hay que tener claro qué se quiere comunicar y cuál es el tono de la comunicación para entonces elegir el lugar adecuado.
Por ejemplo, un despido o una sanción deben comunicarse en el despacho de dirección o en Recursos Humanos. Una reunión creativa puede hacerse en la sala de reuniones, pero tal vez en un lugar abierto sea más interesante y adecuado.
Si la reunión es con un mando medio y queremos saber su opinión y escucharlo, más que darle directrices, quizás su despacho o la sala de reuniones sea lo más apropiado. Seguramente lo invite a expresarse más que el despacho de dirección.
Y si necesito recabar opinión de los integrantes del departamento de logística, desayunar con ellos de igual a igual seguramente los anime a hablar y expresarse. Es recomendable tener cuidado también con la vestimenta: No sería apropiado que baje con traje y corbata a desayunar con ellos que están con ropa de trabajo. Eso no los invitará a hablar.
Este tipo de elecciones se hacen muchas veces de una manera intuitiva, pero conviene prestar atención, porque uno puede venir muy trajeado de una reunión financiera y de pronto tener otra en la logística. Y podría ser un error estar igual vestido porque siempre depende de los objetivos de la reunión. A veces la inercia y las operaciones nos llevan a cometer estos errores. Claro que la experiencia suele ser un corrector de estos fallos.
Cada encuentro requiere de una estrategia que tiene que ver con el mensaje, con los receptores, con el matiz y el tono, con el timing y con el objetivo.
Durante una época tuve muchas discusiones con un socio porque solía plantearme temas importantes en medio de la operativa, es decir, cuando estaba de lleno abocado a la operación. Mi respuestas eran casi siempre desagradables y terminábamos discutiendo. Me costó un tiempo entender por qué me ofuscaba y darle un cause más ameno a la charla. En ese momento la operativa era gran parte de mi jornada, eran nuestros comienzos y estábamos implicados muy de lleno en la acción.
Cuando me di cuenta qué estaba pasando, cada vez que se acercaba a plantear algo en el momento que yo creía inadecuado, le hacía dos preguntas: ¿De qué quieres hablar? Y ¿A qué hora de la tarde quieres que nos reunamos? Y así, sólo con eso, dejamos de discutir y nuestras conversaciones se convirtieron en algo francamente productivo, ya que sus preguntas y planteos siempre eran lógicos, sólo que estaban fuera del marco adecuado.
Es pésima decisión comunicar cosas en medio de la operativa, solo creo que está bien si se corrige un error que se está produciendo en la acción que se está operando. En este caso tiene un componente formativo y de corrección.
Tanto la comunicación formal como la informal tienen su importancia y hay que elegir cuál de los canales es el mejor en cada momento
Para el liderazgo, las comunicaciones tienen siempre un enfoque estratégico y táctico, cada interacción es una oportunidad para trasmitir la misión, la visión y la cultura de la empresa. De igual manera que corregir o mejorar los procesos productivos. El líder debe aprovechar cada momento de intercambio en la organización, no sólo para comunicar verbalmente si no con las acciones, debe influir e imbuir a la organización de los valores que la hacen diferente.
Comentarios
Publicar un comentario