Él es uno de esos hombres que uno no apostaría que es un hombre de fe. Aspecto
juvenil cual pacto con el diablo para frenar el tiempo como Dorian Gray; esa
pinta de deportista ad eternun con camisetas y vaqueros, siempre elegantemente
casual con ropa de marca, relojes diferentes y alguna pulserita estrafalaria, un
anillo o dos …
Usted diría que es un Dandy, un buon vivir, un ex playboy, un artista de
Hollywood, cualquier cosa... menos un hombre de fe.
Una vida llena de amigos que darían la vida por él, unos cuantos enemigos
que lo envidian en silencio y otros que las faldas le regalaron… Un atractivo
especial para aquellas mujeres que les gusta la aventura y sienten que en él está
presente la estirpe de sus antepasados centuriones, hombres de acción de dos
milenios atrás…
Va por la vida sin importarle jamás lo que opinen de él, algo que a mí me
pone muy nervioso…
Pero, aunque nadie lo sospeche, es un hombre de fe. Educado en buenos
colegios religiosos, con retiros espirituales todos los años, hasta que un
encuentro sexual precoz con una compañera y una confesión de ella al cura
terminó con años de la práctica del colegio. Aún se preguntan muchos por qué se
terminaron los retiros espirituales del colegio (y unos pocos lo sabemos).
La excursión de pesca primaveral era un remanso de paz sobre las aguas
marrones del caudaloso Paraná. No importa si hay pesca o no, importa un poco
más la cantidad de mosquitos que podemos encontrar en las islas ....El espejo
de agua del Delta tiene muchos kilómetros entre islas riachos y lagunas y no
pongo una cifra para que la gente no presuma de exageración y reste
verosimilitud al resto de la historia, pero el espejo es grande y el agua dulce
que trae el río es inmensurable.
Pájaros, aves acuáticas, tortugas, carpinchos, zorros y demás animales nos espían agazapados desde la vegetación isleña, siempre las jornadas son placenteras y pacíficas, un verdadero regalo al alma. Los teléfonos solo existen para hacer alguna foto o algún vídeo. Él había comprado una funda hermética para el teléfono con un cordón que se colgaba del cuello. No había mucha creencia de que pudiera ser muy segura, pero sí para protegerlo de la arena y de salpicaduras casuales. El teléfono es su trabajo. Toda su base de datos y clientes están en el teléfono… Mucho valor… Todo su activo laboral.
El muelle del que partimos es afluente de aguas oscuras donde a 10 cm de profundidad no ves tu mano. Desde el muelle debe haber unos cuatro metros de profundidad y en el fondo un suelo lodoso donde si metes una vara con delicadeza, se entierra medio metro. Nada que caiga en ese arroyo al fondo de sus aguas opacas se puede rescatar. Además de que la correntada hace imposible determinar cuánta distancia a favor del río recorre algo que se cae.
Tuvimos una jornada fantástica y relajante. Cuando amarramos la lancha al retornar y apeamos de la misma en el muelle, comenzamos a descargar las cosas con tranquilidad: las cañas, las cajas de las artes de pesca, las mochilas y el mate. La separación entre la lancha y el muelle era menos de tres dedos para bajar sin hacer mucho malabarismo. Pero él se estaba olvidando la funda con el teléfono sobre el sillón de la lancha… Yo sobre la lancha y él en el muelle, entonces le doy la funda en la mano, él se pasa el cordón alrededor del cuello para dejar la funda cual medallón o crucifijo gigante, pero cuando la suelta el cordón se desata por obra del mismísimo satán y cae vertical entre la lancha y el muelle, como moneda en alcancía…
Un silencio profundo tras el ruido del agua, una tez que palidece, un
momento que parece interminable , segundos que parecen horas y su semblante
hasta el borde del colapso. Nadie se animaba a hablar de los tres, solo el
empleado del amarradero dijo “Voy a
buscar un bichero, pero de aquí jamás pudimos sacar nada y se caen llaves y
cosas al bajar de las lanchas todos los días”.
Lo dejamos sólo con el empleado del muelle y el bichero y, sin hablar,
fuimos a observar la operación desde cierta distancia prudencial… Digamos a
unos 40 metros.
Casi una hora más tarde abandonaron la búsqueda sin éxito.
Descompuestos y sin hablar, volvíamos a casa en el coche cuando por una de
esas casualidades cambiamos la ruta habitual para pasar frente a la iglesia de San
Expedito, patrono de las causas urgentes. Entonces, le dije “Pídele a
San Expedito que aparezca”. Obviamente ya habíamos descartado cualquier
posibilidad de recuperarlo.
Llegamos a casa. Él no quiso cenar y se fue a acostar mientras yo avisaba a
su familia que no se preocuparan de si no contestaba porque había perdido el
teléfono. Uno de sus hijos me preguntó si él estaba conmigo.
-Si, está aquí conmigo
-Lo siento mucho por ti, de verdad
Una hora después se levantó de la cama, sin cenar y con eso dando vuelta en la cabeza..
Le fue imposible dormir.
“No podemos solucionarlo ahora, ya veremos cómo recuperar la información.
Ahora vayamos a cenar unas pizzas a La Santa Maria”, lo animé.
Yo no tenía servicio de red de teléfono y sólo con wifi podía recibir
mensajes y llamadas. Nos fuimos a cenar y se le pasó un poco el mal humor
mientras pensábamos cómo recuperar la información. Y entonces mi teléfono
empezó a recibir mensajes como este:“¿Qué le pasó al Flaco? ¿Lo secuestraron?
No vino a la cena y alguien nos escribe desde su teléfono”
Pero todo cambió cuando me llegó un mensaje a través de Facebook que decía “Tengo
el teléfono de tu compañero”. Yo no daba crédito de que un pez nos escribiera desde la profundidad. Empecé a pensar que algo raro pasaba entonces cité al que decía tener el teléfono en un local con acceso
por dos lugares diferentes: uno por la calle principal y otro que daba a un
estacionamiento y salía por otra calle. “Si tienes el teléfono tráelo aquí ,
estamos en este local , te esperamos aquí” (siempre con un plan B por si
era una trampa)
Lo cierto es que apareció el chico de la guardería con su hija de unos 5
años:
-Me quedé un rato más pasando el bichero y lo saqué
- ¿Y cómo nos escribiste si el teléfono estaba bloqueado?
- Hice así, así y así y entonces empecé a escribir a todos los que había
tenido contacto hoy
¡Un ángel el chico de la guardería! Le dimos un buen dinero, se fue feliz y nosotros aún no podemos creer la historia de este hacker bueno ni que el río nos devolviera el teléfono. Y él, aún, está repartiendo estampitas de San Expedito por el universo.
De hecho, me ha pedido que le lleve 150 estampitas nuevas cuando vuelva de mi viaje.
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