El Toyota estaba lustroso: el tanque lleno, aspirado por dentro, olía a limpio, inmaculado… Así me dio el coche Bob para ir al noroeste, cuando le pedí a mi mujer que mirara si estaban los documentos del vehículo en la guantera... Un ruido de apertura y un alarido fueron la respuesta… Miré la guantera de reojo y allí una 45 reluciente... (la misma que habíamos estado usando en tiro federal)
- ¡No vamos a viajar con un arma!
- ¡No pasa nada! Volvemos
y se la damos… Si sólo hicimos 500 metros ....
“Bueno, esto es Rosario”, pensé, y emprendí mi viaje
al noroeste, previo paso por Córdoba.
El calor apretaba y las Salinas que sorteábamos
desprendían una bruma que deformaba el paisaje al mirarlo a través. Habíamos
dejado la ciudad de Córdoba atrás. Caminaba la ruta en un filo imaginario entre
las provincias de Córdoba, Santiago del Estero y, a ratos, Catamarca.
Cuando
llegamos a Recreo, un restaurante con aire acondicionado nos abría los
brazos llamándonos; el viento parecía enviado por Dante desde todos los
círculos posibles del infierno: quemaba. Y entonces hicimos el alto, consumidos
ya unos 600 km aproximadamente del trayecto.
Una pareja en moto bebía agua de pie, agotados los dos...
- ¡Hola! ¿Por qué no entran al restaurante? Está fresco y descansan un rato…
-No. Si después de tanto calor nos metemos allí para luego volver a salir, no nos va a hacer bien.
- ¿Desde dónde vienen con la moto?
-Desde Buenos Aires. Hicimos noche en Córdoba, seguramente hoy
dormiremos en Tucumán y luego iremos hasta Tilcara. Nos quedan aún más de 1.000
km.
Una sombra de espanto recorrió el rostro de la chica. Como
la ciencia infusa me llegó su pensamiento de "¿Quién me manda a hacer
este viaje en moto?". Entendí que ella no estaba acostumbrada a las
dos ruedas más allá de la General Paz y que esa aventura con quien
seguramente era su nuevo amigo, ya no le parecía tan divertida. Obviamente el
muchacho no conocía a su compañera de viaje o, al menos, no lo suficiente o
jamás la hubiera invitado a este viaje. Recordé una noche en Valderrama con una
joven urbana hasta altas horas de la noche… Uno sabe cuándo alguien no está
en su lugar. Me costaba imaginar que esa chica no se haya quedado en Tucumán
para ir directamente al aeropuerto a la mañana siguiente y volver a Aeroparque,
no imaginaba otro final para ese viaje.
Noche
con guitarras en Tafí Del Valle, casco de estancia antiguo e histórico
donde dormir, lugares donde hace 200 años durmieron los líderes del ejército de
la independencia en guerra con los realistas, ruinas indias de Quilmes,
Parque Nacional los Cardones y el mágico paisaje de los valles calchaquíes
desde Cafayate a Salta, para disfrutar de las Peñas y sus plazas, de su gente y
el andar calmo... Última parada antes de adentrarnos en el corazón de la
quebrada y el río grande.
Nos detuvo un piquete en la ruta 9 a la altura de Purmamarca.
-Es la gente del Colegio
Nacional, señor, la que corta la ruta
Luego de dos horas continué, pero sabía que al regreso
me detendría para interesarme qué pasaba con esto.
Entre
muertos anduve en Tilcara, en la casa donde velaron al general Lavalle
caído en combate, al cementerio indio del Pucará, entre los espíritus de los
diaguitas, caminar en la altura y comer de más... Pasé una mala noche. Aprendí
que no hay que andar molestando los cementerios indios.
La
siguiente noche fue en Humahuaca. Un niño coya me abordó en la calle y,
en un castellano diferente, me recitó un poema de Fortunato Ramos:
Yo jamás fui niño
Mi sonrisa es seca y mi rostro es serio,
mis espaldas anchas, mis músculos duros
mis manos partidas por el crudo frío
sólo ocho años tengo, pero no soy niño.
Detrás
de mis ovejas ando por el cerro
y cargau mi leña bajo hasta mi puesto
a soplar el fuego, a mismiar mi soga,
y no tengo tiempo para ser un niño.
Los
años caminan y todo es lo mismo,
moti, sal con lechi son mis caramelos,
mi juguete un chivo o el perro ovejero,
poco tiempo tengo, pero no soy un niño.
Mi avión de juguete es un cuervo viejo,
mi camión un burro de trotar muy lento,
mi amigo, es el zorro que roba mis cabras
y es todo mi consuelo de poder ser niño.
Mi rostro es de viejo y mi andar de agüelo,
mis callos partidos por piedras del cerro,
mi poncho rotoso por el fuerte viento,
todo eso me dice, que no soy un niño.
¡Y no hay reyes magos,
no hay Días del Niño,
jamás tuve suerte
de poder ser niño!
Yo había comido una vez en lo de Fortunato, incluso lo
había escuchado hacer música con un instrumento andino, el Erke, pero su obra
había pasado en punta de pie sobre mi conocimiento hasta ese día. Me volví
cargado de poemas, leyendas y vivencias .... Nadie es totalmente argentino si
no leyó a Fortunato, lo es pero sólo parcialmente.
Al llegar a Humahuaca me encontré con la oficina de Turismo en la ruta. Había carteles pegados con una foto de un joven con el nombre de Pato Condori. Lo vi en la oficina, en la ciudad y me entró la duda “¿Quién es Pato Condori y por qué pedían justicia por él? "
Los guías me contaron que era un compañero suyo y que
el Estado había cedido a la Tupac Amaru unos terrenos para construir viviendas,
que en dos años no se habían iniciados las obras, entonces unas familias
indígenas ocuparon los terrenos baldíos donde llevaban años esperando que se
hicieran las viviendas.
No tardó la Tupac Amaru, quien respondía a Milagros
Salas, en mandar dos autobuses con gente armada para desalojar a los pobres
lugareños con la premura que no había tenido en dos años para construir. Me
contaron que Pato Condori quiso intervenir entre la patota armada y los que
ocupaban el terreno para que no usaran la violencia contra esa pobre y buena
gente del lugar y fue asesinado de un disparo.
"Justicia para Pato Condori" era un grito ahogado que sonaba en la Quebrada contra
uno de los tantos abusos de ese poder paralelo y delincuencial que tanto
maltrató a la provincia.
A la mañana salí para Iruya, pero no quería
meterme por esos caminos con un vehículo prestado, así que me fui temprano en autobús,
unas cuantas horas por esos caminos de tierra, con paisanos que bajaban en
lugares remotos y me decían:
-Desde donde me bajo, tengo 4 horas de marcha para
llegar a casa
Esto
también es mi país. El viaje en autobús no lo puedo contar porque ese viaje
entre esa gente, se vive, se siente, uno se emociona... pero no se puede
explicar. Iruya es un pueblito colgado de las montañas, con cóndores
que revolotean, una iglesia de la época colonial, un lugar para encontrarse con
la vida y el universo.
De
camino a la Salinas grandes, se pasa un puerto de montaña muy alto y cuando
parece que allí no habrá más nada, unas coyas te esperan en un puesto medio
escondido a más 4.000 metros de altura. Es bonito ir de Purmamarca a las
Salinas grandes pero más bonito es el regreso y la Cuesta del Lipán.
Al
llegar a Purmamarca, sabía que tenía algo pendiente. Ya eran las 17 horas
aproximadamente y me dirigí al colegio Pedro de Goyena para entender por qué
habían cortado la ruta. Había unos albañiles trabajando allí:
-La directora no está ya, pero vive aquí a la vuelta
Y
me dirigí a la casa de la directora a preguntar. Salió asustada, no
acostumbrada a recibir forasteros...
-Hola, disculpe, sólo estoy interesado en saber por
qué cortaron la ruta hace días. Si ustedes hicieron eso para llamar la atención
es porque algo la debe preocupar.
Me miró con atención, como intentando adivinar mis intenciones a través de mis ojos, y empezó a hablar con prudencia:
-Muchos de los niños que vienen al colegio hacen una
sola comida: la del mediodía, que le damos aquí. El gobierno nacional nos manda
por niños para darnos de comer una cantidad de dinero (hice la cuenta y era el
equivalente a medio cartón de leche) y queremos que ese presupuesto se aumente.
Algo me removió las tripas: el discurso de la
redistribución parece que no llega a la zona. Me fui con el compromiso de ayudar
pero la señora de apellido muy del lugar no me creyó mucho.
Hoy Purmamarca es un lugar turístico y hay pequeños
hoteles, puestos con artesanías, comercios, restaurantes... Ya no es el lugar
que visité con tantas carencias y mucho menos aquel que pisé por primera vez en
el año 1975.
Este viaje que aquí les cuento es de hace tiempo y
algunos recuerdos quizás se me escapan ya. Gobernaba Néstor y el amigo
Guillermo aún no se había instalado en la zona, pero allí me estará esperando
la próxima vez que viaje, asado y vino por medio.
Tengo
cosas pendientes, aún no busqué Jaguares en las Yungas…
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