Hace 70 años, Wernher von Braun escribía una novela sobre Marte, titulada “Proyecto
Marte” y su protagonista era un hombre llamado Elon, un nombre poco
corriente. Pero resulta que es otro Elon quien 70 años después promete ponernos
en Marte.
Parece que es una gran casualidad; algunos aseguran que es predictivo y
otros que el alemán, “nazi bueno” , que huyó de la Segunda Guerra Mundial para
iniciar la conquista espacial, viajó en el tiempo, vio a Elon, volvió y bautizó
con su nombre al personaje literario.
Curioso muchacho, multimillonario hecho así mismo, hoy con 8.000 de los
mejores ingenieros espaciales contratados y asumiendo la responsabilidad de
ponernos en Marte por encima de cualquier organismo oficial espacial. La Nasa
hoy descansa sobre el entramado empresarial privado de Elon SpaceX.
Debo reconocer que me cae muy simpático. Él parece el poli bueno, el
empresario tecnológico que juega para los sombreros blancos. Mientras los otros
personajes de Sillicon Valley se casan con espías chinas y se convierten
traidores de USA, mientras todas las mega empresas desde Google a Twitter y
desde Facebook a Netflix, juegan para el entramado corrupto de la familia del
#N1, sus negociados con China y los laboratorios ucranianos, además censuran al expresidente,
aun cuando ostentaba el cargo.
El bueno de Elon, en cambio, conserva la máscara de héroe patriota y navega, porro en mano, por los estudios de TV, aún a costa de perder la dirección de su empresa. Es el personaje bueno de Silicon, no nos espía, no nos censura ni adoctrina, él busca una salida para la humanidad cuando esté mundo corra el destino de Kripton.
Es un titán que apoya a otro titán, es el Martin Karadagian de USA y, como
en el teatro del pressing catch, como en la farsa de la lucha del ring, así se
mueve a golpe de declaraciones sobre el escenario mundial.
Es un verdadero crack (él o su guionista) con un humor sutil y creativo,
sin límites de chequera para la lucha por la libertad. Me divierte mucho. Lo
mismo saca una foto personalmente en el espacio a 5 metros de su coche espacial
que se gasta 45.000 millones de dólares para devolver la libertad a Twitter,
despedir con indemnizaciones millonarias y restablecer las cuentas a los seres
que ponían en peligro #Eselplan.
Por supuesto si le cerraron la cuenta a Donald cuando aún estaba en
ejercicio de la presidencia, cómo no cerrársela a dos chiflados que
cuestionaban los encierros o las necesidades de un experimento genético global.
Pero eso ya no es necesario y entonces aparece nuestro Bruno Díaz para
líbranos de los censores de Twitter, para demostrar que hoy más que nunca es el
adalid de la libertad que no sólo nos pondrá en Marte, sino que será la piedra
que nos dé el punto de partida para recorrer junto con el general Flynn la
llegada de los patriotas a la Casa Blanca.
Este show me encanta. De todos los actores es el más divertido. No es el
mejor, el más brillante actor es el que hace del #N1, pero Elon es quien tiene al
mejor guionista, al más creativo, al más sutil, al del humor más fino. Cierto
que es un personaje mucho más rico en matices y da para más lucimiento a quien
escribe, cada secuencia, cada acto.
Su última puesta en escena pasó en puntas de pie por los medios, pero es un punto y aparte en el relato plandémico. Ha tirado los medios de comunicación a la arena de los leones acusándolos de mentir a canales y periodistas. Así paga el Deep State a sus mercenarios secundarios, arrojándolos a los leones en el circo romano; en este caso una horda humana que pronto estará ávida de venganza por lo que le han hecho.
Elon me cae simpático, tiene un sillón asegurado cuando todos los gobiernos
caigan como fichas de dominó; lo tendrá al lado de quien le toque comandar esos
nuevos tiempos y allí estará Rafa Pal para contarnos cómo desfila Elon
camuflado entre los sombreros blancos, al ritmo de marchas militares y bajo la
mirada atenta de las fuerzas espáciales de la federación galáctica.
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