Luis y su viaje en el tiempo.
Luis, que había estudiado en el colegio con el libro de Claudio Sánchez Albornoz sobre la historia universal, recordaba algunas cosas. Sin duda aquellas que habían tenido más impacto en su memoria emocional.
Por eso, cuando se encontró con la #PiedraRosetta en el Museo Británico de Londres un escalofrío recorrió su cuerpo. No esperaba encontrar allí esa piedra filosofal, la llave que abrió la puerta dimensional al pasado.
Un manual para descifrar el conocimiento oculto durante años. Con el tiempo asaltan las dudas de si la cronología al uso es la correcta o si #Fomenko tiene algo que decir, pero en su memoria implícita la Piedra Rosetta era un antes y un después, y así vivió ese momento hipnótico.
Todos los demás objetos de incalculable valor histórico parecían personajes de relleno para realzar el impacto de tamaño descubrimiento.
Pensaba Luis que nunca más nada le impactaría tanto, hasta que recorrió años después el Estadio de Olimpia en el Peloponeso. Un estadio no es sino una medida de distancia que usaban los ejércitos griegos 1500 años a.C., y eso era el estadio de Olimpia, 185 metros de una pista de tierra. Algo parecido a una cancha de bochas gigante que asomaba tras el arco de bienvenida, y unas colinas a los costados que hacían las veces de tribunas para los ciudadanos que semidesnudos veían las carreras de los atletas griegos. Allí había nacido el deporte, los Juegos Olímpicos.
Por eso, cuando él en solitario recorría a paso lento los 185 metros, escuchaba hasta el rozar de las túnicas de los espectadores imaginarios. Sintió el aliento de estos en su carrera veloz contra los otros efebos, mientras caminaba parsimoniosamente y el sol mañanero le obligaba a entrecerrar los ojos. Él fue #ChionisdeEsparta en aquel momento, recibió la corona de laureles y los vítores de los espectadores ligeros de vestimentas.
Estaba allí y estuvo allí 1.500 años antes de Cristo, mientras duró el recorrido de ida hacia la meta. Sin embargo, el retorno fue en tiempo real, entre turistas y con los ojos húmedos de la emoción. Un verdadero viaje en el tiempo.
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